martes, 17 de noviembre de 2009

UN VOLKSWAGEN EN MEDIO DE UNA MUJER


Cuando uno goza su nostalgia tiende a convivir con la tristeza de una forma muy grata. La felicidad entonces hace posibles las apreciaciones de una realidad subjetiva que es en sí el único universo verdadero del que depende un escritor. Mi universo es la melancolía sagrada. Puedo vivir por mucho tiempo sintiendo unos deseos infinitos de llorar, puedo sobrevivir a la más terrible agonía y soy en si, un sobreviviente de hondas depresiones. Pero cuando una felicidad completa me sobreviene sé, que por muchas razones, es algo momentáneo que debo de vivir plenamente. El sábado, fuimos invitados por Dorian Lima, uno de nuestros mejores amigos, a Santo Domingo El Cerro, un terreno lleno de arte. Desde la puerta se pueden ver las mujeres monumentales de Efraín Recinos, con sus cabellos dinámicos y sus piernas cosmopolitas de mujeres de mundo. Ahí, frente a los pájaros bajo la lluvia esta el Volkswagen que el maestro Efraín manejó mientras se construía con sus planos el gran Teatro Nacional. El Volkswagen aún conserva la elegancia de su color original y alguien con mucha imaginación puede ver a una de sus mujeres tratando de parecer invisible y sensual sentada al frente. Abrimos una botella de vino blanco con el temor inocente de quien se salta la barda de un terreno prohibido. Wendy sonreía y su sonrisa me contaminaba. Supe, en el curso de nuestra conversación que el experimentado Dorian era amigo de mi tío Oscar Oliveros y de mi papá. Recuerdo que le dije que me llevaba de maravilla con ellos. Que pequeño es el mundo, dijo Dorian y, me contó algunas anécdotas de mis tíos. Mirábamos como iba volcándose el sol frente a las nubes y la música de Mazzy Star sonaba por algún lugar indivisible. La música era lenta y melosa, como el vino, como las boquitas de manía con caramelo, como los murales de Recinos y el tecolote de bronce de Ramírez Amaya, como las invenciones del Colectivo La Torana y los jaguares constelares de Goyri, el pequeño cuadro de la reproducción onírica de Elmar Rojas y las grandes transparencias del amor en los insectos vivientes de esa inolvidable región de lo increíble. Pero la noche no termino ahí.
Pero la noche nunca terminó. Desde el cerro pudimos ver las luces de Antigua. Fuimos eternizados además con el teléfono celular de Dorian y ahora hay fotos para la posteridad. Trabajé un poema al ver el carro alzado del maestro Recinos. Se los confío acá:


Desnuda con la nada, me cantas letra a letra una oración pajarera, con alas fuego, con celos azules naves, mi adorada esta al final de la escalera, su belleza total es lo que todavía resplandece en sus manos, una mariposa negra que aletea, las horas sostenidas en la otra, y lo que ha muerto de tu cuerpo de polen desvanecido, un racimo de corazones latiendo.

3 comentarios:

Dorian Lima Toruño dijo...

Muy bueno maestro.
Salud

Anónimo dijo...

Todos los grandes maestros de la pintura has mencionado pero no conoces nada del gran maestro Osmundo Robles.

Lester Oliveros dijo...

Luto en el arte

Osmundo Robles (1954 - 2007), pintor cuya obra se caracteriza por el color y las estampas cotidianas con estilo expresionista, falleció el miércoles.

Graduado de la Escuela Nacional de Arte, participó en exposiciones individuales y colectivas en el país y en Australia (1994).

Entre los reconocimientos a su obra se cuenta un glifo de bronce en la Bienal de Arte Paiz, en 1988.

Sus restos fueron inhumados ayer.
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Muchas gracias por el dato mi amigo, pero los maestros que mencione son alumnos de la naturaleza, servidores de su talento, y son la servidumbre de un gigante y transparente espacio-tiempo, y Osmundo Robles estaba ahí también, que no lo mencione, no quiere decir que no exista...jaja, saludos.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...