Cada paso es el reflejo de tus pasos. Cierro los ojos y no sirve de nada el miedo. Las sombras son inventadas por el tedio, algo que se crece en los muros del palacio y más allá de la catedral y sus tumbas de mármol. Es el miedo bajo los faroles. No es el amor. No es el cariñito de la piel a la piel por las tardes. Es de noche y lo mismo que asusta, ríe, se burla, se puede sentir el frio y el llanto de un niño abandonado. Alguna mujer sola estira su manta en una de las puertas del palacio y cierra los ojos a la oscuridad. Muchos otros, caminan para el hospital. Otros para el cementerio general. Otros se sientan en la fuente a esperar. El miedo los acosa y los obliga. Roban, matan o se vuelven mentirosos. No inventan más que para aplacar el hambre. El olvido no es más que un sabor amargo. Los ojos pesan a esa hora y se ve venir el primer atraco. Un grito. El corazón que se congela y una mano blanca y leprosa que saca todo lo encuentra con ayuda de otras manos. Los ojos extraviados se cruzan. El hombre mira de frente al hombre y encuentra solo miedo.
lunes, 5 de abril de 2010
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