martes, 8 de septiembre de 2009

WHERE IS MY MIND/TEXTOS POST-TRAUMATICOS IV


Textos post-traumaticos IV


En el post anterior, me saltó de nuevo el temor. Me siento sobreviviente, pero si no lo fuera, dónde estaría. Seguro en el infierno dando vueltas y vueltas para conseguirme una máquina de escribir. Pero las posibilidades de mi fortuna se multiplican en mi cabeza. Soy tan tonto que a veces peco de optimista, pero si estuviera inmovilizado. Hay de los inválidos. Ya estoy haciendo planes para cuando me recuperé, pienso que me voy a inscribir de nuevo a la federación de alpinismo para subir el volcán de Agua a fin de año. Pero no sé. Me gustaría detenerme a escribir las impresiones del golpe. Al segundo día del accidente experimente el helicóptero desde el centro de mi mente. Fue algo así como si mi visión panorámica se desconectara y viera todo mi departamento pero sin mover la cabeza, mis ojos desconectados rodaban por ahí y yo podía sentir aún la sensación del éxtasis del golpe. En realidad no fue una mala sensación sino que fue como si todas las dendritas se conectaran en una sinapsis múltiple de voltaje inadmisible. En otras palabras el golpe en la cabeza fue como una explosión de éxtasis en medio del cerebelo. A estas horas estaría muerto. Y estar muerto es contradictoriamente, no estar. Muchos de mis familiares hubieran volcado sus prejuicios de la forma más piadosa posible. Hubieran dicho por ejemplo que mi vida de pseudos-artista y mal viviente había dado su fruto más esperado. Puedo casi oírlos en mi funeral echándole la culpa a mi madre. Culpándola de todo, hasta del asesinato de Caín y la desnudez de Noe cuando bajo del Arca. Puedo oír los comentarios de mis parientes en los Estados Unidos, diciendo, luego de colaborar para el entierro con algunos dólares, que después de todo no era tan listo como pensaba, que por lo menos ya no va a seguir sufriendo en este mundo y todo lo demás del discurso. Puedo ver a mis primos tristes por mí y mis locuras. A mis sobrinos asintiendo ante sus madres para que tomen de ejemplo eso que le paso al pobre de Lester. Puedo imaginar el olor a flores y tibio café, los panes con jamón de las funerarias con buen gusto por las carnes frías. Creo que puedo intuir en las conciencias su juicio final para mí. Mis parientes todos de nuevo reunidos para algo tan morboso como la muerte en bicicleta de la oveja negra de una familia de ovejas grises. Todos dándole el pésame a mi madre, todos abrazándose y lamentando la tonta muerte en bicicleta. La buena tradición evangélica pentecostal podría parar en medio a un adinerado pastor para consolar a los amigos y familiares, y pienso que pondría énfasis en mis 33 años recién cumplidos. Mi hermana estaría de pie al lado de mi madre y mi hermano, tristes, solos, quizás en su ingenua tristeza podrían sentir esperanza. Cuando una oveja negra muere siempre hay esperanza. Luego vendría el entierro, los gusanitos bailarines, eso que todos debemos pasar para llegar al cielo, porque cualquier infierno, luego de esto, podría ser divino. Veo mi rostro conmocionado en el ataúd y puedo esbozar una giocondesca sonrisa.

lunes, 7 de septiembre de 2009

FIN DE SEMANA EN CASA/TEXTOS POST-TRAUMATICOS III


Frenología: Ciencia de alivianar el bolsillo a travéz del cráneo. Consiste en localizar y explotar el organo con el que uno es tonto.
Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo.


Textos post-traumaticos/III
A estas horas de la tarde ando en ropa de dormir, un pijama azul que tiene muchas plumas de ganso cayendo desordenadamente. Me gusta. Son las tres de la tarde del día domingo. Un muchacho, juega solo, con su pelota de básquet ball que rebota perezosamente en esta tarde invernal. El sol es un recuerdo. A lo lejos las montañas azules donde se presiente la lluvia me parecen nostálgicas. Soy de los que le huyen a eso. Pasé un sábado en cama leyendo un libro de Rodrigo Rey Rosa que es el libro más interesante que haya escogido para esta recuperación, La Rivera Africana. Me lo leí de un tirón, a las nueve de la noche me preparaba para cenar un poco de Chao Mein que había traído Wendy, una buena amiga. Me tomé una de las tres cervezas de reserva y cuando se fue pensé en que podría soportar ver de nuevo El lado oscuro del corazón, me reí de todo esto y poco a poco me quedé muy dormido aún con el dolor del pie izquierdo. Me desperté como a las once de la noche, oí una ráfaga de balazos, luego otra ráfaga, y mi madre se alteró. La tranquilicé diciéndole que era típico tirar al aire cuando se acaba de comprar una escuadra. Me puse la pomada y luego la venda, tomé una capsula, oí a lo lejos una fiesta pagana en la que de seguro estaban muy lejos de la madrugada. Los envidié.
Me levanté hoy domingo, con un irresistible deseo de oír algo de Charlie Parker, pero los discos piratas no tienen carátula y puse uno de Silvio Rodríguez por accidente. Tomé el desayuno jugando con Dixie, mi perra Cocker Spaniel que padece una simbiosis de gato y dragón; pensé en Fidel Castro y sus memorias a medio escribir, esas cosas que se le meten a uno saber porqué, como cuando pienso en la salud de Gabo o en los pensamientos de Sarkozy o las aventuras de Tony Blair. Recordé mi sueño. Un sueño de una fiesta. Obvio. Todos los fines de semana hay algo que celebrar. En mi sueño estaba con Juracan en una cantina de pueblo en la que le comentaba sobre un mal poema, y aparecía una amiga mía de hace años y otra compañera de trabajo sin relación lógica. ¿Por qué son así los sueños? Funden fácilmente múltiples retazos sin contemplar el tiempo o los sentimientos. ¿Serán los sueños amorales como un dios?
Se ha ido el chico con su pelota. Las nubes bajan a regar la tarde. Suena finalmente el piano de la canción del Unicornio.

HISTORIAS DE MOTOCICLISTAS/ TEXTOS POST-TRAUMATICOS II


Textos Post-Traumáticos/ II

Hablaba hace muy poco con un veterano de la motocicleta y me contaba que ya lo han aventado muchas veces, y me lo dijo con toda la naturalidad brutal del tercer mundo, con toda la bárbara insensibilidad en un país con el trafico desordenado, donde no hay señalizaciones y donde esta a la orden del día el insulto como medio para hacerse respetar. El motociclista es mensajero, de esos pobres que para invierno se visten de nylon negro y sufren igualmente en verano. Me dijo que entre sus muchos accidentes recuerda uno en la Atanasio Tzul cuando una señora adelantó su automóvil más de la cuenta y, como suele suceder, el pensó que ella iba a parar. “Diga que la moto trae una parte de metal adelante que fue la que choco contra la trompa del carrito, porque si me hubiera topado la pierna me la deshace”, me dijo. Me contó que la señora sólo le dio cien quetzales, porque el sintió que sólo había sido un golpe leve en el pie; pero aún después de un año, me dice que todavía le duele. Hablé con otro que me contó que sólo Dios lo ha salvado de muchas, porque una vez por Nueva Motserrat tuvo su peor accidente, en el que estuvo, luego de salir volando por el aire, más de diez minutos inconciente y además el automovilista imprudente se había huido, aún así tuvo la mala suerte que nadie lo auxilió y tuvo que llevar, el mismo, su moto al taller más cercano.
Hace menos de un mes, desde la esquina de mi trabajo vi como era arrollado un motociclista y no entendí la magnitud de aquello. Ahora entiendo el primitivo sistema vial al que esta expuesto desde el ciclista hasta el trailero, porque en el fondo no es un problema que tenga que ver plenamente con el conductor, sino con la señalización y ordenamiento general del transporte, con la histeria colectiva y la educación más elemental aprendida en el hogar. Creo que el conductor con buena fe, hace hasta lo imposible para no violar las reglas del juego. He oído y he visto que los conductores de camionetas son los más irrespetuosos de todo, he visto a los pasajeros quejarse de las altas velocidades cuando están peleando pasaje, hemos visto los accidentes, sabemos las consecuencias, estamos enterados de lo peligroso que es ahora subirse a un bus urbano y lo suicida que pude volverse estar al lado del chofer o del ayudante. Es poca gente la que recurre a una bicicleta para transportarse. Las motos son la gran mayoria. Las rutas viales en Guatemala no tienen espacio para los ciclistas, por eso es aplaudido Pasos y Pedales, por eso se han ido abriendo espacios como el de la zona 2. Porque yo puedo ser testigo de que hay mucha gente responsable al volante, pero también hay muchos que no saben que están manejando un arma mortal, sin parecer exagerado, de toneladas de hierro (4.000 Kgrs.), que puede terminar en un segundo con la vida de alguien o con la vida del mismo que la conduce.

Recomendaciones para Ciclistas:

-Llevar casco.
-Revisar, antes de todo, los frenos.
-Revisar, antes de todo, las llantas.
-Llevar un pequeño Kit de pinchazos.
-Un inflador.
-Llevar reflectores en la delantera, llevar también
en la parte de atrás.
-Es aconsejable, también para ciclistas, un chaleco reflector.

viernes, 4 de septiembre de 2009

VIVIR PARA CONTARLA


Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel,
tiene que saber que no es asi,
que tan solo hay momentos malos, y todo pasa.
Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar,
tiene que saber que no es asi,
que al mal tiempo buena cara, y todo pasa.
La vida, Celia Cruz

Fue el verano de Semana Santa de 1995. Iba con mis mejores amigos de esa época. Paola, Giovanni, Daniel, Alejandra, no importaban los apellidos. Como todos, íbamos con toda la irresponsable vitalidad; como todos, bebimos; como todos, terminamos intoxicados de marihuana. Pero yo no toleré la mezcla diabolica después de dos días saturnales y, recuerdo que entré en pánico bajo los efectos del alcaloide, tanto, que luego me contaron que había saltado desde el segundo nivel al jardín y luego habían tenido que llevarme casi inconciente hasta la cama. Al despertar tenía un golpe en la cabeza. (Juan Pablo Dardon dice que su blog es un block de notas, Alan Mills dice que es el lado B de su libro, para mi el blog es un soulagement pervers en el que puedo decir ficciones y realidades alternativamente hasta la catarsis. Disculparan ustedes entonces el tono y carisma casi fatuo y aparentemente insensato de los juicios o verdades que acá se digan). Para seguir con el cuento, que puedo contar aún como bien me dijera Trudy Mercadal, el accidente que tuve en ese verano me dejó, en el buen sentido: medio loco. Lo digo ahora, que sé que el accidente que sufrí hace apenas tres días me devolvió la cordura y la humanidad. No es gratuito que Giovanni Pinzon, luego del disparo que sufrió regresará al mundo con los poderes auríferos de la balada y el pincel. Los golpes en la cabeza son muy temidos, hay mitos y leyendas tras ellos, lo he leído, me lo han dicho. Me cuenta un lector que su tío murió después de un año por un golpe en la cabeza, luego veo en el Internet que la gran mayoría de personas (más de 1.5 millones sólo en Estados Unidos), que se han dañado la cabeza por golpes graves han perdido la vida y, que hay más de 3 millones de personas, también en los Estados Unidos con problemas motores por haber sufrido de un choque automovilístico. Es alarmante los casos de niños de menos de siete años que por llevar golpes en la cabeza han quedado dañados de por vida en áreas tan básicas del cerebro como la del lenguaje y el aprendizaje, los cinco sentidos, o incluso las calidades motoras del cuerpo. En mi caso sólo tengo un ligero mareo por las mañanas, hoy lo experimenté como el efecto helicóptero en los días de suprema resaca. Me preocupé porque no me gustaría ver pasar mi vida diariamente en slow motion, pero el médico me ha dicho que es producto de la inflamación leve del lóbulo occipital. Ahora mismo suena en mis oídos Fast Car de Tracy Chapman y pienso nuevamente en la velocidad a la que vamos todos.

La vida que todos vivimos

No sé que habrá del otro lado. No sé si habrá un fiestón de cumbia, salsa y ballenato; no sé si sonara Hip-Hop o un Rave desmesurado, no sé. Solo sé que de niño creía que me iba ir al cielo. Hay algo en los libros que nos abre el entendimiento. Puedo atribuírselo a su libertad imaginaria, a su doble sentido existencial: estar entre el cielo y la tierra. Un lector es un viajero. Un escritor es un constructor de aeropuertos. Una de esas ideas de lector-viajero me llegó por la vía temporal y sensorial. Imaginé que el universo enteró era tan sólo el momentáneo sentimiento de algún ser a punto de despertar. No que el universo fuera un sueño, como lo han dicho muchos, sino que el universo fuera el éxtasis de algo a punto de despertar. No que el universo fuera una idea anterior al día, sino que el universo fuera un sumo sentimiento de alguien a punto de despertar. Estar escribiendo esto me pone del lado más vulnerable, digo esto porque sé lo que es estar a punto de despertar y tener la seguridad casi inexorable de que no vamos a despertar a menos que soñemos un sueño, creer que lo podremos hacer posible, sea cual fuere, esa es la sensación del universo, completar un destino. Lleno de estrellas nebulosas, de galaxias estelares, de soles cometas, de vientos lucidos como estar en medio de la mente y presenciar el nacimiento de una idea, o la muerte de una esperanza. El universo, en todo caso, sería como estar en el centro de un cerebro armonico y genial, una mente de un ser a punto de despertar, y que el mundo fuera una idea, tan sólo un breve ensayo de algo a punto de empezar. Lejos, más allá, las naves espaciales enviadas por el hombre, chocaran contra un cráneo inconcebible.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

UN DIA ADELANTADO PARA MI MUERTE


Golpe con golpe yo pago, beso con beso devuelvo,
esa es la ley del amor que yo aprendí.
Cancion Popular


Hace apenas una semana iba manejando mi bicicleta –una montañesa veterana de dos dueños, que le compré a un compañero de trabajo por la mitad de un sueldo. Iba pensando en las posibilidades infinitas de que tuviera un accidente, en el tiempo preciso para que una camioneta se subiera a la banqueta y me llevara como a cualquier cosa, en el tiempo exacto en el que un automovilista ebrio virará y me lanzará desmemoriado contra un poste de luz. Y paso ayer eso que temía. El tiempo preciso es indoblegable. Iba por la sexta avenida de la zona 4, pasándome del lado izquierdo a derecho precisamente frente al hotel Cortijo Reforma, cuando vi un Pic Up con las luces altas que se detuvo en un cruce de calle y, pensé, tuve la certeza que podía cruzar, y que, como en otras veces, el piloto se detendría ansioso mientras pasaba el molesto ciclista. Pero aceleró. Recuerdo que sentí algo parecido al pánico porque grite ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO! No recuerdo nada más que, tratando de volver en sí mientras estaba conciente de estar tirado a media calle buscando la banqueta casi arrastrándome. De algún lado llegaron personas que me prestaron ayuda. Recuerdo que les pedí sentarme porque sentía que mi cabeza era un globo que iba creciendo y que podría explotar en cualquier momento. Recuerdo también a unos señores, teléfono en mano, llamando una ambulancia; vi a un hombre de playera blanca –no recuerdo los rostros –con mi bicicleta en las manos y a otro que, mientras me iba pasando el susto, me levantaba para llevarme al otro lado, el lado donde el conductor del Pic Up, me esperaba y esperaba también su placa delantera que salto en pedazos. Antes tengo que decir que nunca me había pasado algo semejante, pero imaginaba eso con más nostalgia, quizás solo, pero al contrario, hasta unos señores que disfrutaban de cervezas Gallo salieron a apoyar al chico accidentado. Pasa de todo. El conductor del Pic Up era un hombre maduro pero juvenil, alto, consternado, que esperaba ya con alguien de su empresa, sabio y experimentado en accidentes quizás más catastróficos que el mío. Hasta entonces mi accidente era catastrófico porque nadie podía estar seguro hasta que punto estaba lastimado. Tenía una contusión grave en el pie izquierdo que me impedía mantenerme en pie, un gran chichón en la cabeza, inmediato y desmedido. Todo se arregló, yo deje que las cosas siguieran el curso de lo que iba pasando. Me subí al Pic Up, y se ofrecieron a llevarme e irme a traer de la Exposición de FOTO30, a la que aún quería ir. Reaccioné al recordar los síntomas de una contusión grave. Me llevaron a mi casa. En el camino, me di cuenta que necesitaban tener mis datos por si desmayaba. Ellos a su vez me fueron diciendo que me iban a restaurar la bicicleta y se iban a hacer cargo de los gastos del médico al otro día. Me enteré que el conductor era ingeniero de una empresa de seguridad (nombre que prefiero no difundir por razones éticas) y que estaba muy preocupado, porque también había sido la primera vez que le pasaba algo tan bizarro. En cambio don Luís Cabrera volvió ameno el viaje. Le conté que escribía, que acababa de ir a dejar el borrador de ZOO-í-(Lógico), que iba para FOTO30 en la Alianza Francesa, todo eso que viene detrás de la confesión, las bromas y al llegar a casa, con dos calmantes, un Gatorade y la promesa de que todo se arreglaría, terminé llorando, dando gracias, pidiendo perdón a todos y esas cosas después del shock. Al otro día, por la mañana llegaron por mi, don Luis Cabrera y el doctor de la empresa. Luis, me preguntó por el nombre de mi blog porque me dijo que de seguro tendría algo que escribir algo sobre eso. Le dije que talvez. Pero lo que más me conmovió, y esta es la moraleja del cuento, mis amigos lectores –porque ahora si les estoy escribiendo yo–, es que no había tal FOTO30 ayer, porque no era dos de septiembre, me había adelantado un día. La fecha es hoy.

Confesión Final

Estuve cerca de la muerte. Eso no es nada del otro mundo. Se siente que uno se va sin despedirse de todos, eso si, ya no hay tiempo. De ahora en adelante prometo portarme bien, no creo que me vuelva abstemio porque borracho nunca me hubiera pasado eso, ya otras veces lo he comprobado; talvez me vuelva paciente, un retiro a fin de año al DF, unos cuantos shamanes por los caminos de Castañeda, en fin, talvez voy a dejar de sentirme inmortal.

Lester Oliveros Ramírez
guate-mala 2/09/09

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...