jueves, 11 de enero de 2018

UNA BOTELLA CON PARACAIDAS





Parece ser que la televisión es la enciclopedia de la modernidad. Los libros se vierten en films; de la poesía cotidiana se rescatan pequeños trozos de la vida y un productor los transforma en dramas. De tal suerte logramos ver el simple lino de una obra impecable repetida en diálogos con el mejor argot de Miami o de Cali.
Ayer, por ejemplo, pude ver Bel Ami de un escritor francés que tristemente murió un poco trastornado. En la versión del año 2012 de Declan Donnellan y Nick Ormerod, me parece sobresaliente que lograran un reparto de lujo, pero que en general, aún con la actuación milimétrica de cada uno, no se acerca para nada el ambiente francés, ya que el resultado es un drama norteamericano hecho en la pulcritud de Hollywood.
Lo extraordinario es que las pasiones que movieron a Guy de Maupassant a finales del siglo XIX nos son representadas hoy con una certeza tal que hasta parece que nuestro amigo francés la hubiera terminado de escribir hoy.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Consideraciones sobre la vida (Texto hibrido y personal)




Quizás en el fondo nadie entienda a nadie. Tal vez solo jugamos como niños. Nos creemos un par de mentiras y seguimos adelante ante la inercia. Solo como un juego, nos decimos, bueno, ahora digamos que yo te entiendo, juguemos a que yo te comprendo, hagamos parecer a los demás que somos uno. ¿Amigos, en serio creen que todo es real a estas alturas? Basta con prender la tele, basta con apagar el último cigarrillo y darse cuenta, así de golpe que la luna no brilla con luz propia, que el sol no es una estrella, que todos los cuentos que de niños nos contaron son falsos. Las calles y su basto mundo en línea recta. El amor, un milagro. Yo que nunca he visto fantasmas creo más en los billetes de a cien dólares.
Todo está al revés.  Por momentos. Un pensamiento tras otro como un ventilador. La mente no es precisa, en eso ves la poesía. Pero los errores si se repiten y eso es la vida. Querer vengarse como Edmundo Dantes. Escribir poemas derrotistas. Sentirte un anarquista, un nihilista por el solo hecho de estar vivo. En medio uno, trazado por un compás de cuchillas afiladas.  La vida es una moneda de a veinticinco centavos lanzada contra el cielo. Cara o escudo. Va volando ante el azul dando vueltas y vueltas y besos y vueltas, abrazos y vueltas, caricias, sexo en una nota de Charlie Parker, dando vueltas, bailando ante la nada, triste moneda sin mano que la reciba. Somos espectros, filosofía básica, solo vemos una parte de la moneda. Si cae, muy real sería la experiencia. Lo que todos deseamos es que se detenga en el aire.
Por eso digo, un recuerdo de cuando era niño y muy egoísta. Sabía que solo yo era en el mundo y todos los demás actuaban para mí, solo para mí. Eran zombis, yo era el único demonio que tenía corazón. Era Dios y era celoso de mi deidad. Pero luego me di cuenta que tenía amigos, que a ellos también se les miraba en los ojos la tristeza. Lloraban bajo la lluvia, para que no se notaran sus lágrimas. No, no era solo yo entonces, había otros que llevaban un hámster dando vueltas bajo la tapa de los sesos. Personalmente creo desde entonces que ya no es tan difícil estar vivo. Tengo el gusto por la broma, soy hipertenso, manejo mal el rechazo, no me gustan esas mujeres que caminan como si nunca cagaran. Pero la gente, también cree que piensa, pero piensa mal. Quizás en el fondo quieren entender un poco, pero van muy de prisa. Nunca se detienen. Recuerdo del café Peñalba en la sexta avenida. Cuando no era yo mismo. Distorsión de la conciencia. Remordimientos apresurados. Todo por mirarme a los ojos en un espejo.
Los que se suicidan se dan por enterados. Mando un mensaje, a los siete años, en un hilo que detiene un barrilete contra el viento.  En el fondo, todos nos suicidamos, unos más lento, más lento, ellos, los de los 27, al rayo. Unos se matan a pausas. Colgados de un hilo se tuercen en convulsiones. Pero no lo saben porque no quieren darse cuenta. Todos nos ponemos la soga al cuello. Continuamos así sabiendo que tarde o temprano haremos que alguien nos quite el banco.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Otros 4 litros O la identidad extraviada/ Película de Rodolfo Espinosa.






Toda la generación de los noventas, esa generación X, es casi seguro que se identificará hasta la medula con esta película de Rodolfo Espinosa. Hay códigos generacionales, paisajes que muerden con furia adolescente: Panajachel, lugar de libertad y búsqueda de uno mismo. Hubo un Woodstock mínimo allá en una cancha de basquetbol, con todas esas bandas, entre ellas Bohemia Suburbana con un hambre particular de identidad. Allí bajo la llovizna y la luna, el lago más bello del Mundo, los años dejaron algo en las calles que luego se reprodujo en libros y discos con una garra particular.
En la película lo que se rescata es la nostalgia. Personajes erráticos, cubiertos de  groserías, embrutecidos de una modernidad fugaz, paralizados por la imagen, Master Card y la fast food, todo eso pero también empapados en los problemas existenciales más sublimes, esas pequeñas luchas entre el bien y el mal. Próximas a captar una realidad exacta de nosotros mismos, o intentar simular una identidad propia entre tanto mix. No es entonces una imagen pulida con discursos perfectos de una retórica purificada, sino el desorden mental, el desasosiego del alma de una época global y sin etiquetas permanentes.
La escena del médico naturista por ejemplo un tanto Jodorowsky, pero gastada; del cineasta serio que ya es parodia junto con la extranjera loquita. Identidad extraviada en todo ese cine folk. Romanticismo masoquista en todos y más en Chente. Frases exquisitas como esa de que “…en Guatemala todos somos mayas, pero no lo sabemos”. Nos practicamos un racismo sabroso en contra de nosotros mismos porque no nos conocemos, o nos ignoramos.
El único personaje honesto hasta el punto de parecer idiota, o de parecer una mezcla de autista circunstancial es el Mijo, un desencanto total, una lucidez dolorosa con una suerte a lo Forrest Gump.
¡Me explico?

Nota: El monólogo final del Mijo es, creo yo, una piedra para que tropiecen los especuladores, en realidad es una comedia y se le debe rendir un homenaje contra la seriedad de un país donde es casi inverosimil que viva de presidente un oportunista. 

miércoles, 21 de junio de 2017

Caution wet floor



La vida debiera resumirse a un esperar infinito desde un MacDonald´s. Sentarse a hacer tiempo a alguien en una mesa simple con un café con leche y, solo ver gente pasar, multitudes que esconden un rostro en su ir y venir.

Pasa un anciano caminando lentamente, como queriendo que el tiempo imaginario, fuera, solo por él, detenido un metro por minuto. Una joven de pelo rubio y piel negra, hermosa ella, pasa ágil derrotando la idea del anciano. Una joven muy pensativa va hablando muy confiadamente por un SmartPhone, no sabe que el aparato es incorpóreo. Una adolescente va abrazando un gigante, enorme, oso café y el chico de sus sueños la besa y se ven profundamente a los ojos. Es una imagen veloz.

Una mujer con minifalda, que ya hubiera querido Botero para ampliar sus piernas. Otra, de San Juan Sacatepéquez, quizás socióloga, con su güipil de rayos solares. Un obrero con su mochila infaltable, al hombro, va tirando bocanadas de humo como un tren humano. La madre soltera que empuja la puerta a su hijita fosforescente, que corre desenfrenada a los brazos de un padre insólito, hundido en la soledad que le espera al ver a su antigua novia. Dos extranjeros, de algún país helado, toman fotografías a las sillas gigantes donde ya no cabe el hambre. Son turistas y juegan bien su papel de tontos alucinados.

Los que están adentro ven hacía afuera, los que están afuera, a veces, ven a hacia adentro. Un indigente, de playera amarilla y el pelo blanco, se detiene frente a la puerta y habla muy interesado consigo mismo, pero habla cosas importantes, se puede ver con la pasión que se expresa para él. Un lustrador de zapatos pasa como héroe del día, se ve feliz. Contraste hace un hombre entre la multitud, sonriendo. La gerente del restaurante sale a la acera a tomar aire y se nota que está cansada de la música de oficina que suena adentro con un ruido de palabras cortadas, muy normal en el ambiente.

Cae la tarde y las nubes arden. Los edificios proyectan sus enormes hombros grises sobre la calle delgada. Se van encendiendo las esquinas de las avenidas. Pasa otro obrero, quizás más de prisa, va cansado, pero sabe tanto de poesía con una rosa para su esposa, que le servirá su cena y de seguro, o con suerte para ambos, tenga el muchacho las temerarias fuerzas para hacerle el amor como dios manda.

Por lo tanto, voy a pedir otro refill, para esperarte un poco más en esta silla y, tal vez me anime a escribir algo. Un niño, humilde, es el cierre de mis visiones, parece de tres años y señala para adentro, mientras le da besos a la puerta del MacDonald´s, como un fascinante Axolotl.


miércoles, 7 de junio de 2017

Por ejemplo Romulo y Remo y la Loba/





Soy la vida y estoy viva,
y no es una reiteración irresponsable:
de mi centro he creado personajes nutridos hasta de lobos.
Alma y átomo de la naturaleza soy
Aunque entre mis venas renace la muerte.
Conmigo convive y hasta cree conocerme del todo.

Yo la dejo que lo crea porque existo.
Cada cierto tiempo abro los ojos y recuerdo.
Una vez la vi contándole mentiras a Platón
que reía de gusto inmortal sentado sobre libros.
A veces me divierto en el mar, imaginando monstruos
que asustan a los más ingenuos de ustedes.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...