jueves, 11 de enero de 2018

Un lunch con una historia




 Divertido es que los bares, cantinas, colonias y hasta los hoteles tengan nombres grandes de países lejanos y hasta casi imposibles. Esta el caso de que ayer fui a Venezuela, de que pude dormir en el Atlanta y mañana podría quedarme en Texas, claro que la sola explicación le quitaría lo divertido al asunto. Pero no soy tan humorista.
Ayer fui a la colonia Venezuela, allá en la apretada zona veintiuno.  No sé cómo logra mi organismo aguantarme por tanto tiempo sin desayunar, pero en realidad cuando uno vive solo y solo ha comido chatarra y menudencias prefiere esperar a encontrar un milagro. Sucedió que al pasar por un local, ya en la colonia, salió una mujer a gritar con moderada histeria, hay almuerzos de pollo asado con ensalada rusa y papas fritas a doce. No tuvo que decir más, el precio y la imaginación hicieron el resto.
Sucedió que la señora era una conversadora agradable, que de entrada me hizo sentir cómodo y hasta logro que fuera por una Coca-Cola mientras ella terminaba de cocinar (en realidad yo iba a llevarme la comida a una fonda donde sirvieran cerveza). Me pareció que debí a informarle que si no hubiera salido a la puerta a gritar el menú y el precio,  jamás hubiera desayunado. Le conté que ese era el simple secreto del vendedor y que ella era una gran vendedora. Halagada y todo, me contó su historia inmediata. Y a su modo transcribo sin omitir el tono fascinante con que la mujer me doraba las tortillas y vertía la ensalada y las papas. 

Fíjese que yo trabajaba en otro lugar, la señora me pagaba cincuenta quetzales diarios, pero yo le llenaba el local, ofrecía, ponía toda la carne al asador, ofrecía, me gustaba saludar a los clientes, ya ve, así como darle lo que me pidieran, Pues va a ver que le pedí aumento, mire, le dije, a mí ya no me alcanza lo que me paga, auménteme algo, Pues no, dijo ella, y en no se quedó, Yo entonces le dije que ya no iba a trabajar, así que me pago algo y me dejó el dicho de que llegara el vienes por lo que faltaba, pues así hice, El viernes con el gran drama de que regresara, que me iba a pagar setenta y cinco quetzales, Pues yo pensé que era lo justo, aunque ya había buscado trabajo en otro lado y quedaron de llamarme, se da cuenta primor lo que siempre dicen ellos, Así que acepté y para esa misma tarde me llamaron del otro lugar donde me iban a pagar cien, Yo encantada la deje llorando a la buena mujer y al otro día me presente temprano, Preparaba carne, pollo, pescado y un señor, mire pues como es la vida, empezó a llegar solo por mí, almorzaba viéndome y yo ni me había dado cuenta por la clientela que iba y venía por el lugar, Si yo no llegaba él se iba a comer a otro restaurantito, Hasta que un día me saludo tan amable como siempre, pero me sentó a su mesa y me declaro su amor, me dijo que dejara de trabajar allí y que él me iba a poner un puesto propio para mí, Yo asombrada le dije que sí, y la verdad era un caballero el hombre, Así que le pusimos el nombre todo marchó bien, Pero mire como es la mala suerte, se murió, se murió a los seis meses que teníamos de vivir juntos, Estábamos comiendo cuando dijo Ay, ay, ay, y yo le pregunte riendo, qué, te pica el culo, y quesi no me respondió, cayó de la silla y allí si me asusté porque un espumarajo blanco y saliva le escurrió de la boca, Llamé al centro de salud y me dijeron que no atendían a domicilio, si, también llamé a la ambulancia y se lo llevaron, pero en el camino se les ahogo con esa  misma espuma, Pero entonces tengo este negocio de recuerdo de ese hombre cariñoso que se me murió del corazón.
Así fue como, asombrado por el buen almuerzo, que yo creía desayuno, me propuse escribir esta historia. Y por cierto comí en Argentina dentro de Venezuela.

UNA BOTELLA CON PARACAIDAS





Parece ser que la televisión es la enciclopedia de la modernidad. Los libros se vierten en films; de la poesía cotidiana se rescatan pequeños trozos de la vida y un productor los transforma en dramas. De tal suerte logramos ver el simple lino de una obra impecable repetida en diálogos con el mejor argot de Miami o de Cali.
Ayer, por ejemplo, pude ver Bel Ami de un escritor francés que tristemente murió un poco trastornado. En la versión del año 2012 de Declan Donnellan y Nick Ormerod, me parece sobresaliente que lograran un reparto de lujo, pero que en general, aún con la actuación milimétrica de cada uno, no se acerca para nada el ambiente francés, ya que el resultado es un drama norteamericano hecho en la pulcritud de Hollywood.
Lo extraordinario es que las pasiones que movieron a Guy de Maupassant a finales del siglo XIX nos son representadas hoy con una certeza tal que hasta parece que nuestro amigo francés la hubiera terminado de escribir hoy.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Consideraciones sobre la vida (Texto hibrido y personal)




Quizás en el fondo nadie entienda a nadie. Tal vez solo jugamos como niños. Nos creemos un par de mentiras y seguimos adelante ante la inercia. Solo como un juego, nos decimos, bueno, ahora digamos que yo te entiendo, juguemos a que yo te comprendo, hagamos parecer a los demás que somos uno. ¿Amigos, en serio creen que todo es real a estas alturas? Basta con prender la tele, basta con apagar el último cigarrillo y darse cuenta, así de golpe que la luna no brilla con luz propia, que el sol no es una estrella, que todos los cuentos que de niños nos contaron son falsos. Las calles y su basto mundo en línea recta. El amor, un milagro. Yo que nunca he visto fantasmas creo más en los billetes de a cien dólares.
Todo está al revés.  Por momentos. Un pensamiento tras otro como un ventilador. La mente no es precisa, en eso ves la poesía. Pero los errores si se repiten y eso es la vida. Querer vengarse como Edmundo Dantes. Escribir poemas derrotistas. Sentirte un anarquista, un nihilista por el solo hecho de estar vivo. En medio uno, trazado por un compás de cuchillas afiladas.  La vida es una moneda de a veinticinco centavos lanzada contra el cielo. Cara o escudo. Va volando ante el azul dando vueltas y vueltas y besos y vueltas, abrazos y vueltas, caricias, sexo en una nota de Charlie Parker, dando vueltas, bailando ante la nada, triste moneda sin mano que la reciba. Somos espectros, filosofía básica, solo vemos una parte de la moneda. Si cae, muy real sería la experiencia. Lo que todos deseamos es que se detenga en el aire.
Por eso digo, un recuerdo de cuando era niño y muy egoísta. Sabía que solo yo era en el mundo y todos los demás actuaban para mí, solo para mí. Eran zombis, yo era el único demonio que tenía corazón. Era Dios y era celoso de mi deidad. Pero luego me di cuenta que tenía amigos, que a ellos también se les miraba en los ojos la tristeza. Lloraban bajo la lluvia, para que no se notaran sus lágrimas. No, no era solo yo entonces, había otros que llevaban un hámster dando vueltas bajo la tapa de los sesos. Personalmente creo desde entonces que ya no es tan difícil estar vivo. Tengo el gusto por la broma, soy hipertenso, manejo mal el rechazo, no me gustan esas mujeres que caminan como si nunca cagaran. Pero la gente, también cree que piensa, pero piensa mal. Quizás en el fondo quieren entender un poco, pero van muy de prisa. Nunca se detienen. Recuerdo del café Peñalba en la sexta avenida. Cuando no era yo mismo. Distorsión de la conciencia. Remordimientos apresurados. Todo por mirarme a los ojos en un espejo.
Los que se suicidan se dan por enterados. Mando un mensaje, a los siete años, en un hilo que detiene un barrilete contra el viento.  En el fondo, todos nos suicidamos, unos más lento, más lento, ellos, los de los 27, al rayo. Unos se matan a pausas. Colgados de un hilo se tuercen en convulsiones. Pero no lo saben porque no quieren darse cuenta. Todos nos ponemos la soga al cuello. Continuamos así sabiendo que tarde o temprano haremos que alguien nos quite el banco.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Otros 4 litros O la identidad extraviada/ Película de Rodolfo Espinosa.






Toda la generación de los noventas, esa generación X, es casi seguro que se identificará hasta la medula con esta película de Rodolfo Espinosa. Hay códigos generacionales, paisajes que muerden con furia adolescente: Panajachel, lugar de libertad y búsqueda de uno mismo. Hubo un Woodstock mínimo allá en una cancha de basquetbol, con todas esas bandas, entre ellas Bohemia Suburbana con un hambre particular de identidad. Allí bajo la llovizna y la luna, el lago más bello del Mundo, los años dejaron algo en las calles que luego se reprodujo en libros y discos con una garra particular.
En la película lo que se rescata es la nostalgia. Personajes erráticos, cubiertos de  groserías, embrutecidos de una modernidad fugaz, paralizados por la imagen, Master Card y la fast food, todo eso pero también empapados en los problemas existenciales más sublimes, esas pequeñas luchas entre el bien y el mal. Próximas a captar una realidad exacta de nosotros mismos, o intentar simular una identidad propia entre tanto mix. No es entonces una imagen pulida con discursos perfectos de una retórica purificada, sino el desorden mental, el desasosiego del alma de una época global y sin etiquetas permanentes.
La escena del médico naturista por ejemplo un tanto Jodorowsky, pero gastada; del cineasta serio que ya es parodia junto con la extranjera loquita. Identidad extraviada en todo ese cine folk. Romanticismo masoquista en todos y más en Chente. Frases exquisitas como esa de que “…en Guatemala todos somos mayas, pero no lo sabemos”. Nos practicamos un racismo sabroso en contra de nosotros mismos porque no nos conocemos, o nos ignoramos.
El único personaje honesto hasta el punto de parecer idiota, o de parecer una mezcla de autista circunstancial es el Mijo, un desencanto total, una lucidez dolorosa con una suerte a lo Forrest Gump.
¡Me explico?

Nota: El monólogo final del Mijo es, creo yo, una piedra para que tropiecen los especuladores, en realidad es una comedia y se le debe rendir un homenaje contra la seriedad de un país donde es casi inverosimil que viva de presidente un oportunista. 

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...